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Rincón Literario
24 Oct 2017

"Una desgracia más" por Mónica Baldi

¡GPS inútil! No sé qué hago dando vueltas por estos barriales a media tarde. Me siento como calesita girando bajo las órdenes de una gallega. Las maldiciones de Almeida silencian su pensamiento mientras maneja el Peugeot 205 rumbo a Udaondo.
Notó que había llegado por los patrulleros presentes en el lugar.  Distingue al comisario de la tercera de Ituzaingó.  Ve con indisimulable disgusto, que a los hombres el pastizal les llegaba a la cintura. ¡Qué los parió! Se me van a hacer percha las botas de cuero… ¡y el pantalón negro nuevo!  Cada vez que me visto para una reunión pasa algo.  Mejor que valga la pena.

Después de atravesar interminables doscientos metros, y hundirse en lo que quiso creer era un fétido lodazal, llegó con el orgullo casi intacto al lugar a tender la mano al colega de la bonaerense.
-Almeida, subinspector de Drogas Peligrosas. Usted requirió mi presencia.

-La suya y la del Director Adjunto de la División Triple Frontera.  Almeida, le presento a López- le dijo al tiempo que el otro volteaba de asomarse al Barranco del Arroyo Soto.

Con fastidio, Nélida supo que era el mismo idiota que ya había trabajado con ella en parte de un caso.
–¡Qué placer, Henry! -lanzó con ironía.  El otro no acusó recibo y haciéndose el idiota le respondió:
-Lo mismo que vos, trato de saber para qué cuernos me llamaron a este lugar.  Hay un viejo muerto al fondo del barranco con la cabeza partida.  Lo están periciando en este momento- se miran con recelo.
De la situación tensa, acusó recibo el comisario.

-Ese “viejo” como usted le dice, López, es el abuelo del Benja Figueroa, alias Smash.  ¿Conocen al pibe de la banda de motos con escapes estruendosos, ¿no?

Almeida y López se miraron con extrañeza.  Ninguno sabía que el otro estaba tras los pasos de Figueroa.
-¡Atendeme, Henri! qué demonios tiene que ver la triple frontera con mi laburo y este pendejo de diecisiete que nunca se corrió de acá.

-Estoy trabajando en el caso de Orellana Aroche. Lo tenemos filmado cruzando reiteradamente por Paraguay. Maneja una organización que cruza alta gama en cuatro ruedas desde acá e ingresa alta gama sintética en pastillas. ¿La pescás, Neli? -la interpela mirándola con furia y haciendo un gestito con los dedos que la violenta- También tiene identidad falsa, como imaginarás.

Él disfruta así cómo Nélida sigue desorientada, maldiciendo por lo bajo.  No sabe si es por la linda ropa arruinada o porque no entiende de qué le habla.  Henri decide darle un pantallazo más amplio: ya se regodeó lo suficiente.

-¿Te suena un tal Paco Pereira, el paraguayo?

-¡Por supuesto!  Es el jefe narco en La Cárcova, acá en San Martín- Cuando terminó la frase se dio cuenta del entramado.  El paraguayo es el asesino salvadoreño Orellana. - Lo manifiesta en voz alta y recibe el asentimiento de su compañero- También maneja a los pibes de la banda de motoqueros que hacen deliverys, aprietes y algún afano extra como el robo del Maxiquiosco de 19 entre 530 y 531. Allí, y en otros hechos más, identificaron al Benja con su atronadora Honda XR Smash. ¡Hasta se dan el lujo de hacer todo el ruido que se les canta a estos basuras!

-¡Pará un cacho! Tengo entendido que no hacen extras por guita. Los aprietan de esa manera para que se incorporen a los otros negocios “limpios” que cedieron.  Les distribuyen falopa y venden puchos, caramelos y botellas.  La cuestión con este reventado es que, si lo agarramos nosotros antes que los de Interpol, los jodemos.  ¡Lo procesamos acá primero!

Le pregunta al comisario cuál es la identidad del muerto.  A modo de respuesta le entrega los documentos del occiso: Celestino Figueroa.  Domiciliado en Ollantay y El Tirador s/n.  El DNI está en una especie de portadocumentos transparente, hecho de dos compartimientos. En el segundo, un papel manuscrito.  La caligrafía es muy primitiva y los errores ortográficos denotan el bajo nivel de educación de esta gente: “Si algien ve este pepelito está con Tino. El tiene alceimer y se me pierde. Dios lo ba a bendesir si me lo trae a la casa.  Es la casita verde que está en oyantay antes del tirador. Soy Marta, la esposa de Tino”.
Nélida se apresura: - Comisario, con su permiso, ¿podemos adelantarnos a buscar a la esposa del fallecido?

El comisario asiente con la advertencia de que no se retiren hasta tanto él arribe.  Les señala el camino y juntos, van hacia allá.

Encuentran la casa y golpean con las manos.  Se asoma una señora con cabello ligeramente canoso recogido.  Ambos se identifican, hablan con ella y ven mutar en espanto el rostro de la mujer.  De inmediato lo cubre con sus manos. Manos rústicas, de trabajo cotidiano y duro, ocultan la desesperación. Nélida la toma por el hombro y se ofrece a acompañarla al interior en un abierto gesto de contención. 
Ese olor a limpio mezclado con comida casera invaden la pequeña casa.  Si ella misma que vive en un departamento con todas las comodidades está en medio de un caos, se admira Nélida.  En un rinconcito, la salamandra entibia el ambiente y mantiene el almuerzo.  Repasa rápidamente con los ojos y se admira del ingenio: todo tiene su lugar y fue hecho por esas manos que ahora tiemblan al compás del sollozo.  Esas manos que formaron un cálido hogar con piso de cemento alisado pero lustroso.

-Vamos Marta. ¿Le traigo un poco de agua?, ¿padece de alguna enfermedad?, ¿quiere que llamemos a alguien? -suavemente dice la Subinspectora.  A todo, la mujer niega con la cabeza y solloza bajito. Como para que no se escuche. Casi con vergüenza. 

Mientras esperan que la mujer se calme, López busca con todo detalle cualquier cosa que proporcione una pista.  El único libro era una Biblia.  Había dos cuadernos forrados con diferentes papeles.  Los hojeó y no halló nada.  Uno se usaba para anotar cuestiones de médicos y medicamentos de los esposos, el otro era para cualquier tipo de registro: compras, pagos de facturas, números telefónicos. Cualquier cosa que no se relacionase con asuntos médicos.  La letra, comprobó es la misma del papel que traía consigo Don Tino.
Cuando por fin Doña Marta logra calmarse, Nélida le pregunta por su relación con Benjamín.  El rostro de la señora esboza una tierna sonrisa.

-Es el nieto, Señorita. Prácticamente lo criamos nosotros.  Vinimos de Formosa hace diez años después de vender todo lo que teníamos.  Nuestra hija, Inés, no conseguía trabajo y el padre del chico la golpeaba todo el tiempo.  Era un borracho y cuchillero ese tipo.  Al Benja lo castigaba duro, ¿sabe?, después lo echaba a la calle con frío, con lluvia.  Viera usted esa criaturita soportando todo eso desde que nació.  Cuatro veces fue al hospital, dos de ellas muy grave – se interrumpió con la mirada perdida en aquel pasado- Y al colegio no había forma de que lo mandaran, el malnacido ése se oponía: que para qué un negrito hijo de él tiene que ir a aprender lo que el padre no aprendió y qué sé yo cuanta barbaridad.  A nosotros nos prohibió acercarnos al nieto. Hasta lo amenazó al Tino con matarlo.  El nene se venía a nuestra casita cada vez que podía.

-¿Qué pasó con ese hombre señora?- inquirió Henry.

-Dios fue bueno con la hija: un día vino la policía a avisarle que había aparecido acuchillado en el cruce fronterizo, en Clorinda.  Dijeron que una pelea de borrachos, es lo común de este o del otro lado, ¿sabe? Entonces, el Tino fue por la hija y el nieto.  Estaban hechos una desgracia: metí en el tacho de agua caliente y le cepillé todo el cuerpito y le froté y le corté el pelo, por los piojos ¿vio? -  De repente se detiene y la congoja la hace tomarse del pecho.

- Marta, ¿le preparo un mate cocido?, ¿llamo a su hija? Deme su teléfono, ¿dónde vive? ¿dónde trabaja? -expresa Nélida.

-Gracias señorita, le agradezco si quiere poner la pava a calentar en la salamandra.  Yo me arreglo después. La Inés ahora vive en La Cárcova. – Ambos policías se miraron y se aprestaron a escuchar con atención suprema –Como le venía diciendo, el Tino decidió que no era vida en Formosa y que, para estar así, mejor vender lo que tenemos y empezar de nuevo acá.  Así fue como nos vinimos los cuatro ¿sabe?  Con unos pesos de la venta de la casa y las cosas que podíamos traer.  Al nieto le costó, de a poco fue haciendo algunos amiguitos en el colegio.  Siempre peleaba.  La hija empezó a buscar trabajo, lo suyo era lo textil: había trabajado en eso en el norte.  Consiguió una fábrica en San Martín.  Como un año fue y vino, pero acá el colectivo es caro y malo.  Alguien le ofreció alquilar una piecita en La Cárcova y allá se fue.  Tiene celular ¿sabe?  Yo no la llamo porque no tengo teléfono ni sé usarlo.  Ella habla con el Benja.  El nene se quedó acá y va a visitar a la mamá tres veces por semana y se queda allá algunas noches.
La pava hierve y Marta se levanta para hacer un jarro de mate cocido.  Va y viene en silencio y trae tres tazas, todas distintas.  Pone un mantelito en el medio y apoya un plato con unas tortas fritas.  Henri en su libreta escribe mensajes que intercambia con Nélida.  En medio de palabras escritas y mensajes en clave, trazan una estrategia.

-¿Cómo está ahora Benjamín? – dispara el de la frontera.

-Ya es grande, ¿sabe señor?  Parece que tiene un buen trabajo.   Él nos contó que hace mensajería y lleva bultos en moto.  A veces viene con los compañeros de trabajo, son cuatro más.  Es bueno con nosotros, nos ayuda mucho.  Gracias a Dios consiguió esto hace dos años.  No teníamos casi para comer.  De mientras ayudaba al Tino a levantar esta casita.  Los tres juntos en todo.  La hija como puede nos da una mano.  Sabe cómo lo quiere al abuelo -  se le nublan los ojos de lágrimas.  Nélida pone sobre la mesa un paquete de pañuelos descartables y la tranquiliza -  Se va a poner muy mal, ¿sabe?  Sigue siendo muy reservado, pero con nosotros es muy tierno.  A veces se aloca y toma también.  Hasta gritó los otros días que la madre es una puta, que va a matar al tipo que pesque con ella.   Se pone así porque siempre lo maltrataron tanto.  En la escuela terminó la primaria no sabemos cómo.  La maestra siempre lo retaba y nos llamaba por las peleas.  Él decía que les pegaba porque lo trataban mal los compañeros.  Vino tantas veces machucado que se había agarrado a palos… En la calle también, con los otros pibes, ¿sabe? Ya sabemos cuándo se acerca a la casa por el ruido de la moto.  La cambió como tres veces, ¿sabe?  Siempre le digo que no entiendo para qué.  Él me abraza y me dice que es porque así trabaja mejor.
-Podemos ayudarla a encontrar a su hija y a su nieto. ¿Tendrá algún papel donde le hayan dejado los teléfonos?

- No sé.  El nene estuvo dos días y ayer a la tarde se fue donde la madre.  Se apareció hoy como a las nueve de la mañana preguntando por el abuelo. Cuando le dije que había ido a caminar con un señor que venía de parte de él, un pelado, retacón, morrudo me mostró una foto en su celular y le dije que era ese.  ¡Se puso loco, señor! ¿sabe? – dijo mirando a Henry

En eso irrumpe el comisario y los llama a los dos para el exterior de la casa, deja con la señora a una agente femenina acompañándola.

-Señores, acabo de recibir un reporte que me trajo el ayudante. -Les entrega el papel enviado por fax.  Juntos lo leen.

“Apareció muerto en una calle de la villa La Cárcova, un gran traficante de drogas ampliamente buscado con pedido de captura de Interpol.  Prima facie se trataría de Francisco Pereira, alias “Paco”, más conocido como “el paraguayo”, constando en los registros obrantes que agentes de la el Benja todo asustado y miraba con desconfianza, mugriento, rotoso, me lo agarré en brazos y lo División Interpol lo identifican como el asesino salvadoreño Carlos Almibar Orellana Aroche.  Se presume que el susodicho, tras huir a Paraguay consiguió documentación falsa y se convirtió en un buscado contrabandista que ingresa mensualmente al país importantes cantidades de drogas de diseño y cocaína.  El occiso hace la venta desde la villa utilizando para ello una cantidad de bandas que cubren las diversas zonas próximas en motos robadas.  Según testigos fue golpeado por una moto cuando salía de una de las casas donde vive una mujer conocida como Inés Figueroa.  Describen claramente los testigos que el joven que bajó de la moto parecía drogado y lo levantó con toda violencia gritándole: “te dije que no te metas con la vieja, hijo de puta, ya me tenés a mí, con la vieja no”.  Tras esos gritos, le propinó un cabezazo en el hueso frontal quebrándolo.  Fue identificado como el Benja Figueroa que se dio a la fuga en su moto.  Se encontaba solo”.

“Interrogada Inés Figueroa, en medio de una crisis de nervios manifestó sin reparo alguno que el hijo de ella ya lo había amenazado en más de una ocasión, ella pensaba que eran puros celos.  Hace dos días, Benjamín Figueroa dijo a su madre: ese turro me retiene en esta mierda diciendo que si me voy va a hacer boleta al abuelo. Quiere darme donde me duele, ¿y vos te acostás con él?, ¿no entendés que te usa en mi contra?”

“El asesino es buscado por las departamentales afectadas y por gendarmería”.
Ambos se miraron en silencio:

-Por mí, muerto el perro… Caso cerrado- dice López – Ahora tengo que volver y completar el expediente para entregar copia a los de Interpol.  Ellos viajan mejor que nosotros.  Vendría bien que me lleven.  ¿Y vos? ¿Vas tras el pibe?

Nélida Almeida no puede ocultar el profundo disgusto y un rictus de amargura cruza su rostro: se la ve tensa, con gesto desencantado, los brazos cruzados y la cabeza gacha.  Luego de unos instantes responde.
-Estoy tan harta de que esto casi siempre tenga el mismo desenlace: pibe carenciado, maltratado y violentado que la vida se encargó de hundir en la desgracia y cae en la droga. ¿Sabés qué?  Ahora toda la cana debe de estar detrás de él para destrozarlo y repartirse la carroña.  Mató a un flor de hijo de puta.  Nos marcó una organización para desbaratar, ¿y encima lo van a hacer mierda? ¿Sabés como estoy López?  ¡Asqueada estoy! Tanta miseria revuelta con falopa y violencia…  Hace treinta años te hubiese dicho que ni en sueños podía pasar algo así.  Chau, me voy a ver si evito que lo quemen.

Antes de dirigirse a su auto, Nélida pasó a saludar Doña Marta y le dijo que esté tranquila.  Que ya están trayendo a su hija.  Que van a mandarle también un médico para que le controle presión y glucosa.  Que no va a estar sola. Que todo va a estar bien.

Otra vez está mintiendo a una pobre abuela, o madre o padre o… está engañando y engañándose un poco cuando ya cae la noche en Villa Udaondo.

Mónica Baldi es integrante del Taller literario de Marianela.

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