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Lic. Roberto Bo, Biólogo
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Lic. Marí­a Laura Libonatti, Entomóloga ( estudio de los insectos )
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Lic. Soledad Méndez, Microbióloga
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Lic. Roberto Bo, Biólogo
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Lic. Marí­a Laura Libonatti, Entomóloga ( estudio de los insectos )
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Sociedad
21 May 2013

Científicos de Castelar: la ciencia en el barrio

Influenciados por las plazas, los animales y los espacios verdes de la ciudad, se dedicaron a estudiar la naturaleza. Una charla entre colegas que se transformó en nota o viceversa. "Lo que tenemos que hacer es salir de la facultad y compartir el conocimiento", señalaron a Castelar Digital.
Delantal blanco, el cabello revuelto, las manos enguantadas manipulando tubos de ensayos con humeantes líquidos de colores. La imagen creada cinematográficamente sobre los científicos dista mucho de la realidad. Empero, en muchos aspectos, su ciencia y su dedicación son las mismas que muestran algunas creaciones del cine.

Sin delantal y fuera de sus laboratorios, los científicos también son vecinos que ante la excusa de la nota se reunieron en un café -cercano de la estación- para hablar con Castelar Digital. Ecólogos, entomólogos, microbiólogos, y otras disciplinas en el corazón de Castelar.

La ciencia no es solo un trabajo, o un oficio, depende de la dedicación y compromiso de quienes la ejercen. Los científicos de Castelar dedican sus días al área científica que han elegido como su profesión. Casi como si se tratara de una muestra, algunos científicos del barrio confiaron los secretos de sus ciencias a Castelar Digital.

“Siempre me gustó la Ecología. Te diría que siempre fui más ecólogo que biólogo y desde chico me interesó la naturaleza”, explicó a Castelar Digital el licenciado Roberto Bo, quien se desempeña en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

Vecino de Castelar desde hace casi 30 años, eligió la ciudad tras casarse y nunca se fue. “Elegí la biología y la ecología porque realmente me interesaba el funcionamiento de la naturaleza. El componente biológico, el medio físico, y las consecuencias de las relaciones con el medio ambiente. Mi idea también era contribuir entendiendo el funcionamiento del sistema, para manejar mas naturalmente los procesos naturales”, destacó.

“Soy investigador dentro de la universidad. Y tengo la obligación de hacer investigación y transferirlo a la docencia”, señaló Bo quien dicta clases dentro de la carrera de Biología en la UBA.

Dentro de las distintas disciplinas, hay muchas áreas que si bien surgen de una base en común terminan por diferenciarse para poder abarcar los múltiples aspectos de la naturaleza y del entendimiento del ser humano. Así es posible toparse con Licenciados en Biología que no desarrollan actividades comunes, o que apenas se rozan en algunas investigaciones. “Trabajo en microbiología, específicamente en ‘descomposición en zonas áridas’”, explicó la Licenciada Soledad Méndez a Castelar Digital quien es becaria del Conicet para seguir investigando y doctorarse en su área.

“Hice mi tesis de grado en la Facultad de Agronomía y estoy haciendo el Doctorado en el IFEVA (instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agronomía), en el mismo grupo de investigación. La idea es incorporar técnicas que aprendí en la carrera de biología molecular a la parte ecológica”, señaló la vecina. Al igual que Bo y muchos de sus colegas, también ejerció la docencia en la misma casa de estudios donde realizó su carrera, ya sea como ayudante o como profesor a cargo del curso. El contacto entre distintos profesionales emanados de distintas partes de las ciencias contribuye a nutrir al científico con herramientas propias de otras disciplinas. “La complementariedad de áreas es importante. Los ecólogos, biólogos, etc… Cada vez que querés aprender algo de un ecosistema es necesario aprender del clima, del suelo, de todo. Es necesario ver todas las disciplinas y trabajar en conjunto”.

La interacción entre disciplinas o el trabajo en conjunto entre dos ciencias resulta tener, en muchos casos, aplicaciones prácticas directas. María Elisa Solana logró unir la biología y la medicina en su propia carrera. Ella es Licenciada en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y también Doctora en Ciencias Médicas. Lo que le permite trabajar como docente investigadora en la Cátedra de Microbiología en la Facultad de Medicina de la UBA.

“Lo mío tiene más que ver con la biomedicina. Mi trabajo doctoral lo hice sobre la enfermedad de chagas. Al trabajar con humanos se deben hacer pasos previos, que tiene que ver con la interacción con los médicos. De ahí surge que interactuamos con médicos que se basan más en enfermedades. Estamos en colaboración con hospitales y, en mi caso con el hospital de niños, el Gutierrez”, señaló Solana a Castelar Digital.

La doctora explicó que desde la microbiología investiga los parásitos que generan el chagas y que son transmitidos por algunos tipos de insecto. Además, trabaja con las nuevas drogas que se pueden aplicar para combatirlo.

El mundo de los insectos es el área donde desarrolló su carrera la Licenciada María Laura Libonatti. “Estudio la taxonomía y sistemática de un grupo de escarabajos acuáticos, que aún no había sido estudiado en nuestro país. La idea es conocer las especies de este escarabajo que vive en Argentina”, señaló la vecina quien además es becaria del Conicet. “La idea es conocer cuantas especies hay en esa familia y describir en sus distintos estados a estos escarabajos acuáticos”.

El nexo común entre los científicos es Castelar y las características de la ciudad. Ya sea por sus espacios verdes y sus plazas o también por sus habitantes. Los docentes que dictan las materias escolares en muchos casos dejan huella en sus alumnos. La que los incentiva en su vocación profesional.

“Me relaciono con las ciencias, de manera general, desde la primaria. Desde los últimos dos años de nuestra primaria, desde octavo, la profesora Cecilia Sorroche hizo que me naciera el interés por las ciencias”, destacó Libonatti quien cursó la primaria en la Escuela 17 de Castelar Sur, la misma a la que asistió la licenciada Méndez, pero no se conocieron hasta el último año del curso.

“La verdad siempre supe que esto me gustaba”, destacó Méndez, “no sé si de chiquita habré dibujado algún científico, pero me encontré siempre jugando a ser científica. Mi mamá me retaba porque jugaba con lavandina, quería hacer experimentos, transformar colores que veía en la tele, pero no. La decisión la tome de mas grande cuando empecé el secundario en el Dorrego, tuve una profesora de biología que me marcó muchísimo”. Tanto Libonatti como Méndez fueron alumnas de la profesora Franca Casoli de Serrato quien con su compromiso las condujo a decidirse hacia la que sería su carrera y vocación. Coincidentemente, también María Elisa Solana hizo su escuela primaria en la 17 y luego el secundario en el Dorrego. La matriz de algunos colegios puede ser que influya de manera concreta en la vocación profesional.

Además de las influencias, los cuatro científicos destacan que las características propias de Castelar ayudaron a que puedan desarrollar su profesión. La cantidad de plazas, espacios verdes, la cercanía con pulmones verdes, como pueden ser los terrenos de la Base de Morón, los campos del INTA y las casas quintas que durante años identificaron a gran parte de la región. “Para una investigación con unos amigos íbamos por Leloir buscando unos tipos de insectos que después lleve a la facultad, cosa que si hubiera vivido en la Capital no hubiera podido hacer”, ejemplificó Solana.

Si bien Castelar es Ciudad y su edificación demuestra su destino de urbe, aún en los barrios se pueden encontrar insectos y animales que han desaparecido en otras zonas del Conurbano o la Ciudad de Buenos Aires. Hay registros de apariciones en los últimos años de las llamadas vulgarmente “iguanas” en la Base de Morón, o es fácil toparse con colibríes en el patio de cualquier casa. Los insectos, de distinto tamaño y formas, junto con sapos y pequeños animales, aún perduran en las zonas más alejadas del centro. “En Castelar, cerca de la Plaza Belgrano es común toparse con escarabajos (Diloboderus abderus, conocido como torito) o hasta con Lethocerus annulipes, que es una chinche acuática pero que puede superar los 5 centímetros. Es uno de los más grandes que se pueden ver en la zona. Inclusive crié escarabajos acuáticos en mi casa. Traje material del parque Calilegua, en Jujuy y del Pre Delta (Entre Ríos) y los crié en mi casa. En terrarios. Hoy en día, a mí me gustan los trabajos de campo. La orientación que elegí, el trabajo que hago me permite hacer salidas, me permite tener contacto con la naturaleza. Quizás Castelar con sus plazas me influyó en eso, inconscientemente.”, destacó la entomóloga Libonatti.

“A mí me gusta un lugar de Castelar sur, no sé la calle pero cuando iba a andar en bicicleta pasaba por ahí porque la calle estaba tapada por los árboles (tilos), era pasar por ahí y escuchar el viento. Eso influyó en mi decisión a la hora de elegir una carrera”, aclaró Soledad Méndez.

Aún cuando Castelar preserva el espíritu conservador que en la década del 90 la llevó a ser nombrada Ciudad Ecológica, el avance de los edificios y la construcción han generado cambios. “Hay muchos árboles viejos que están desapareciendo. Cada vez hay menos de algunos animales y más de otros. De los chimangos hay cada vez más, por los cambios, porque hay muchas palomas y hay palomas porque hay muchos granos. Los bichos que se puedan adaptar más a los cambios de la ciudad. Hay que aprovechar los animales o insectos que todavía podemos observar”, explicó Roberto Bo, y completó, “si buscas un espacio verde, que sea representativo,  hay una iniciativa con la reserva ecológica que están haciendo en el municipio. Pero me parece que falta difusión, de que tenemos que cuidar, incorporar, valorar lo que tenemos y no nos damos cuenta. Pero Castelar tiene eso que nos gusta, tiene muchas plantas, animales, hay bichos que son difíciles de encontrar en otro lugar. Es un lugar tranqui para escribir, leer, Castelar te da esas posibilidades”.

Al hablar de ciencias en Castelar es inevitable hacer referencia al INTA. Allí se llevan adelante investigaciones y experimentos que luego se volcarán en la producción agropecuaria. Si bien desde 1994 ya está fuera de los límites de la ciudad, incluso del partido de Morón que en ese año se dividió para dar lugar al de Ituzaingó y el de Hurlingham, aún conserva su nombre original en clara referencia a esta ciudad. Nuestros científicos también transitaron por los laboratorios del INTA: “es un lugar espectacular para trabajar. Por su capacidad histórica, por sus grupos. Ahora hay grupos que trabajan más en recursos naturales, sobre cereales, productos agropecuarios. Yo interactué mucho sobre clima y suelo. Es un lugar de referencia, como todos los establecimientos de INTA distribuidos por el país. Hay una mayor apertura en la interacción con otras disciplinas. El INTA, si bien está pensado para la producción, se piensa en el ambiente, hay que entender la naturaleza para hacer las cosas bien. Tengo muchos colegas biólogos que trabajan ahí”, explicó Bo.

La Licenciada Libonatti también trabajó en las instalaciones del INTA. Desde la entomología colaboro con estudios relacionados a parásitos en las plantaciones. “Ingresé para ayudar en la cría de un parasitoide con la idea de implementarlo en las cosechas. Se buscó un factor natural para combatir los insectos que atacan los cultivos”.

La charla continúa y el café que reunió a los científicos de Castelar se hace extenso. Lejos queda el delantal, los movimientos histriónicos y los tubos de ensayo humeantes de los científicos cinematográficos, mientras los licenciados y doctores se reconocen como vecinos. Castelar cuenta con un sinfín de profesionales dedicados a distintas áreas, muchos de ellos son conocidos, otros aún no tanto, pero cada uno sigue siendo castelarense más allá de la profesión elegida. La ideal interacción entre las disciplinas que promueven, se desarrolla también en la charla, y si bien los cuatro convocados representan a distintas áreas de las ciencias, rápidamente encuentran puntos en común y la entrevista queda de lado. La nota se transforma en cinco vecinos charlando en un café. Una frase de Bo cierra la entrevista: “creo que todos tenemos un poco de científico loco pero, todo está cambiando para bien. De alguna forma los castelarenses estamos haciendo extensión, sacando las explicaciones. Es momento de ver cuán útiles somos con todo aquello que estamos generando. Lo que tenemos que hacer es salir de la facultad y compartir el conocimiento”.

Entrevista: Leandro Fernandez Vivas
Redacción: Leandro Fernandez Vivas

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